En algunas ocasiones solemos tener el antojo de comer algo que no es común en nuestra dieta. En mi caso me ocurre con el maní. No confitado, ni con caramelo, simple, asado y con sal.
Bueno, eso no es raro, todos comemos maní con sal. Pero en mi caso, yo me como un kilo de un solo envión.
Es una forma de calmar la ansiedad, es un problema mental, dirán algunos. Puede ser. Pero yo le doy una explicación más fisiológica.
Les voy a explicar mi caso, asociando mi comportamiento con el de los perritos. Nuestros amigos cuadrúpedos, cuando su cuerpo les avisa que tienen parásitos, o que simplemente necesitan limpiar su sistema digestivo, recurren al consumo de pastos o vegetales verdes. Entonces los vemos comiendo yerba cuando los sacamos a pasear, o si no encuentran yerbas, los vemos comiéndose las plantas de las materas de los adultos mayores de la casa, ganándose con ello tremendos regaños por acabar con las flores o con la guarnición de albahaca o el cilantro para los almuerzos. Pero no lo hacen por hacer la maldad, solo que están necesitados de purgarse, y lo hacen porque es lo natural, y lo han venido haciendo desde tiempos inmemorables. Eso mismo pasa con mi metabolismo. Cuando me dan ganas de comer un tarro grande de arequipe, es porque estoy falto de azúcar, cuando quiero comerme una gran barra de chocolatina, es que estoy falto de afecto, cuando quiero comerme un salchichón de medio metro, es que estoy falto de potasio o quién sabe qué, no soy biólogo. Pero cuando quiero un kilo de maní, es porque sé que necesito llenar mi estómago con algo que me ayude a limpiarlo.
¡Un momento! ¡El maní no sirve para eso! Es gran fuente de grasas, omega 3, 6 y 9, previene enfermedades cardíacas, es afrodisíaco, ayuda a calmar la ansiedad de consumir otros alimentos, y … ah! Bueno, ayuda al sistema digestivo por su contenido en fibra… dirán.
Y a eso voy, así como los perritos, siento que tengo el intestino con un trancón en su interior y mi cuerpo sabe que necesito ponerlo a circular como debe ser. Entonces consigo el kilo de maní con sal y a comer hasta saciarme. Y a los pocos minutos recuerdo cuál es el efecto secundario de hacerlo… Y sí, es la razón por la cual estoy escribiendo esto desde la taza del sanitario en mi Smartphone. Porque recordé que hacerlo me lleva al baño casi de inmediato y debo quedarme aquí hasta que expulse todas esas toxinas que me ayudo a limpiar el maní, así como a los perritos les ayudó el comer pasto.
Por eso recuerden, no subestimen el poder del maní e inclúyanlo en su dieta, eso, siempre y cuando no sean alérgicos.